sábado, 17 de septiembre de 2011

A los 50 años de la coronación


Qué alegría me inundó, cuando al comenzar este año 2011, Don Andrés, Capellán de la Virgen del Brezo, me mandó repartir, por los pueblos donde tenía que celebrar la Eucaristía, los carteles que recordaban el 50 aniversario de la Coronación  en el año 1961! Y de repente, como seguro os ha pasado a todos vosotros, me vinieron infinidad de recuerdos personales, familiares, de amigos, encuentros con quienes compartíamos la misma ilusión y la misma fe, al abrigo de estas montañas del Brezo que custodian, como castillos, a nuestra Virgen; pero que la dejan una mirada hacia el horizonte, para hacerse compañera  de nuestros caminos, más felices o menos.

¡Han sido cincuenta años! Una vida, unas vidas, de los que aún vivimos y de tantos que murieron, pero que nos dejaron el testigo de su amor hondo a María en nuestros corazones. Os invito también a vosotros, con estas pobres letras, salidas del cariño profundo a esta tierra y a cuantos de otros lugares, provincias o regiones sentís la misma devoción por la Virgen del Brezo, hagáis memoria agradecida a los dones que María, nos ha dado a lo largo de nuestra vida. Dejad que el recuerdo evoque en vosotros lo mejor.

He leído que las condiciones para que la Iglesia, los devotos, los cofrades, puedan proponer  la coronación de una Virgen al Papa, son estas dos: una imagen de valor espiritual e histórico-artístico, y una devoción acreditada a la Madre de Dios en la zona. Y justo cuadra a  nuestra querida Virgen del Brezo: La imagen “ la asombrosa imagen” románico-gótica, síntesis artística y también histórica; la devoción comienza cuando en el siglo XIII, llega la imagen a Villafría, y desde entonces comienza la riada de peregrinos al Brezo y, con algunos olvidos históricos, llega hasta hoy.

Todos, desde niños, jóvenes, o mayores hemos hecho el camino al Brezo andando, descalzos, antiguamente en caballerías, hoy en coche, es igual, los sentimientos, las vivencias de fe han sido las mismas: ya desde la salida del sol estábamos pensando en el Brezo, los nervios, preparar la comida, y en camino en grupo…llegar a Villafría y comenzar el ascenso…el corazón latía rápido, por la emoción y el esfuerzo; de pronto, junto a la ermita de San José, entramos en el desfiladero que nos abre al santuario. La tierra que pisamos es sagrada, las montañas a un lado y a otro nos hablan de Dios, el aire puro que respiramos contrasta con nuestra pequeñez interior, nuestro pecado. Y llegamos al pequeño oasis del Brezo, las campanas de la espadaña despiertan en nosotros tranquilidad, gozo y paz, presencia de María y reencuentro con la misericordia de Dios Padre en Sacramento de la Reconciliación, ¡cuántas veces y cuánto arrepentimiento y promesa! Y después, con la presencia de la Virgen en las andas, participar juntos, bien en el Santuario, o esparcidos por las montañas, de la celebración de la Eucaristía, resplandor de luz, de silencio, contemplación y escucha, de manos entrelazadas. Llenos de peticiones por todos - los que estábamos allí, los que no pudieron venir que nos encargaron rezar a María, por todas las necesidades espirituales y materiales de la zona- de promesas cumplidas y las nuevas…. Y después saludar a la familia que hacía tiempo no veíamos, a los conocidos, hacer nuevas amistades y compartir la comida especial de los días especiales de romería. Despedirnos de María, reina de nuestros corazones y de nuestra vida, cantando emocionadamente la SALVE; y reemprender el regreso a nuestras casas, a nuestras tareas, pero renovados, con deseos de vivir el aire puro de la montaña del Brezo en la dificultad del trabajo cotidiano, más monótono, pero no menos presencia de Dios, de María.                             
       
En verdad es una historia digna de ser contada, pero sobre todo digna de ser vivida. Y en estos tiempos que corren quizá, lo que de niños vivimos, es lo que más y mejor recordamos. Es momento de volver, de seguir abriendo tiempos, espacios religiosos, cristianos en nuestra vida, tocada en este comienzo del siglo XXI, de superficialidad, de intereses materiales, poco abierta a lo profundo, que nos deja una amargura interna, porque falta a las cosas el corazón, el centro sobre el que asentar nuestra vida; en definitiva lo que nos da, nos daba el Brezo, María. A los cincuenta años de la coronación se nos pide, en tiempos de crisis humana, cambiar, o volver quizá al pasado, para buscar en estas raíces la razón de la existencia.

Junto a este reto primero, se me ocurren algunos más, quizá también a vosotros, devotos y cofrades, de la Virgen del Brezo; la meta está alta, como la montaña que cobija a nuestra Virgen. Algo que me preocupa, quizá también a vosotros: ¿cómo trasmitir estas convicciones a las generaciones futuras?  Yo no tengo la respuesta, pero es tiempo de plantearlo y de ayudarnos, contar experiencias positivas, que las hay, y aprender para el futuro. Sería una de las mejores ofrendas ante el altar del Brezo. En este año del 50 aniversario, procuremos que los niños, adolescentes, jóvenes, familias participen en algún momento de esta experiencia. Así tanto devotos, cofrades, padres, abuelos, jóvenes, religiosos, religiosas, sacerdotes trabajemos por hacer más conocida nuestra devoción al Brezo, en cualquier región, provincia donde vivamos.

Amigos, devotos, cofrades, que sea este 2011 un año de bendición, de presencia de María en nuestra vida. En la contraportada tenéis la oración acostumbrada a la Virgen del Brezo- que nos dejó el Don Jesús, el anterior capellán-  no vale sólo recitarla, es para pensarla, hacerla nuestra, en  la mente, en el corazón, en la vida…¡Feliz 50 aniversario! 

D. José González Rabanal

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